domingo, 10 de abril de 2011

Domingos

Porque sobre lo que pretendía escribir era sobre los domingos y, más concretamente, sobre sus largas e inquietantes tardes. ¿Adónde lleva la tarde de un domingo? ¿Adónde la suma de todas las tardes de todos los domingos de una existencia media?

Debo decir que ese día festivo de la semana me ha parecido siempre un día cruel, quizá porque está hecho para una pereza imposible, pero también porque en sus tardes anida la desazón y el medio a preguntarse qué es la vida o para qué sirve, al fin, el esfuerzo desarrollado durante el resto de la semana.

(...)

El caso es que llegué al sábado un poco aturdido por el exceso de trabajo de los días anteriores (la semana es una especie de escalera sin luz -cada día, un peldaño- por la que algunos ascienden en dirección al descanso, pero por la que otros, como yo, ruedan hasta abrirse la cabeza en el festivo).

Primavera de Luto (relato El clavo del que uno se ahorca), Juan José Millás

1 comentario:

Marta. Repostería Tximeleta dijo...

Los domungos son los peores días, están hechos para que nos torturemos. No los disfrutamos pensando que al día siguiente tenemos que volver a la rutina y nos los vivimos después de una noche de fiesta.